Comentario de cierre

 

La interesante discusión entre Elena Esposito y David Stark en esta edición, acerca de la observación de segundo orden en las operaciones económicas, pone de relieve la complejidad que han alcanzado los distin­tos enfoques sociológicos en su intento de reducir la complejidad de una sociedad tan compleja como la actual, para describirla. Los fenómenos que llaman la atención en la sociedad contemporánea han puesto en evi­dencia, sea por su novedad o por el mismo desarrollo de su observación, la dificultad conceptual para comprenderlos y, de allí, la necesidad de ge­nerar nuevos conceptos que permitan su descripción y hagan más fácil la comunicación sobre ellos. No obstante, como siempre ocurre en la socie­dad, la dificultad se torna aún más evidente cuando las propias propuestas conceptuales tienen dificultades para entenderse entre ellas mismas, in­cluso para saber si se refieren al ‘mismo' fenómeno. La discusión de los citados académicos contribuye a la teoría de la observación y se origina en la afirmación hecha por Elena Esposito acerca de la imposibilidad de ob­servar la economía desde fuera, debida a que las observaciones sobre la economía son elementos constituyentes de la propia economía. Una me­táfora adecuada para comprenderla, propone Stark (2014: 27), sería la "banda de Möbius" que carece de interior y exterior.

La observación sociológica de la economía no es hecha, por consi­guiente, desde una perspectiva particular ni supone ser hecha por un ser humano individual: el observador. Toda observación es llevada a cabo en la sociedad y sus distintos sistemas funcionales, los cuales, en el curso de la evolución, han adquirido crecientemente la capacidad de realizar obser­vaciones de segundo orden (Luhmann 2007). La observación sociológica es un fenómeno eminentemente social, esto es, una comunicación que, como tal, resulta y forma parte de la autopoiesis de la sociedad que se mantiene generando observaciones a partir de observaciones que son, so­lo para insistir, comunicaciones que generan comunicaciones en un en­tramado sin fin ni comienzo discernibles (Luhmann 1991). La economía, en otras palabras, es la sociedad descrita en el sistema económico median­te observaciones (comunicaciones) económicas que al describirla van con­figurando procesos económicos que las confirman o las demuestran falsas (Luhmann 2013). Esto implica que la incertidumbre es inherente a las operaciones sociales (también, pero no exclusivamente, las económicas). Por esta misma razón, en el permanente presente, se trazan planes (co­municaciones) sobre reformas tributarias que harán posible financiar una mejor educación, lo que puede ser anticipado como presente futuro y puesto también en duda en otro presente futuro. Ambos futuros son in­ciertos y ambos coexisten como comunicaciones en el eterno presente que las hará verdaderas o falsas, cuando las comunicaciones sean observacio­nes que difieren en su interpretación del pasado y sus nuevas prediccio­nes.

Todo esto ocurre en una sociedad cuyos procesos comunicativos de observaciones se ocupan de observar observadores, vale decir, consisten en observaciones de segundo orden. Los mercados y también los comple­jos procesos financieros mundiales están hechos de comunicaciones de observaciones de segundo orden las cuales solo se producen al ser enten­didas o no y provocan nuevas observaciones de segundo orden (Luhmann 2013). Estas observaciones de segundo orden observan las observaciones de otros observadores lo cual únicamente significa que no solo observan lo comunicado por esos observadores de primer orden, sino que pueden observar, además, los esquemas de distinción utilizados por los observa­dores de primer orden en sus observaciones (Luhmann 2007).

Una observación tiene lugar como una distinción que indica algo y, al hacerlo, lo distingue de todo lo demás (Spencer-Brown 1979). Si lo in­dicado es otro observador, constituye una observación de segundo orden que no consiste solamente en indicar al otro observador, sino también en distinguir la operación de dicho observador, sus esquemas de distinción que lo llevan a observar de cierto modo. El observador de segundo orden observa lo que el otro ve y también lo que no puede ver: sus propios es­quemas de distinción. Sin embargo, el observador de segundo orden no es un observador privilegiado que todo lo ve. Toda observación implica hacer distinciones usando para ello esquemas de distinción que permanecen opacos para el observador, sea éste de primer o de segundo orden. En otras palabras, para observar observadores, los observadores de segundo orden también emplean esquemas de distinción que no pueden ver. Esta es la condición constituyente de toda observación: puede observar su en­torno social y no social, puede observarse a sí misma y puede observar a otros observadores observando. Para hacerlo, sin embargo, requiere con­tar con esquemas de distinción que le permitan separar (distinguir) lo ob­servado de lo no indicado. Puede, además, distinguir si lo observado es atribuible a su entorno -heterobservación- o al propio sistema observador -autobservación. Es lógico, por otra parte, que tanto la hétero como la au­tobservación tienen lugar en el sistema observador que permanece cerra­do y solo han sido "gatilladas" (Maturana & Varela 1984)[1] por fenómenos del observador o su entorno que las distingue y las indica como internas o externas. Es también conveniente insistir en que todo observador, de pri­mer o segundo orden, aunque crea estar viéndolo todo, sólo ve lo que sus esquemas de distinción le permiten ver y no puede ver lo que sus esque­mas de distinción le ocultan, lo más importante de lo cual son dichos es­quemas de distinción (Maturana & Varela 1984). Un sencillo ejemplo de observación mutua puede mostrar las dificultades que cada observador tiene para reconocer sus esquemas de distinción y la facilidad con que re­conoce los esquemas de distinción del otro observador: si dos observado­res de tendencias políticas opuestas discuten acerca de las causas y conse­cuencias de un determinado fenómeno social, cada uno de ellos creerá verlas nítidamente y atribuirá la negativa del respectivo otro a aceptarlas a la ‘ideología' que le impide ver la ‘realidad' que tan evidente es para él.

La observación sociológica es una comunicación que solo se com­pleta al ser -bien o mal- entendida por el respectivo interlocutor. Por esta razón, leer un informe o las estimaciones de un analista no es diferente de mirar un teletipo de la bolsa o escuchar la teleconferencia de un presiden­te ejecutivo. En todos esos casos de trata de observaciones de segundo or­den que corresponden a ‘la observación de la observación de los otros' y no a observaciones de primer orden multilaterales. En un sistema social compuesto por comunicaciones, toda observación comunicada es com­prendida o no por otro que reacciona aceptándola como comprobación de su propia experiencia o la comenta comprendiendo que es una construc­ción que utiliza otros esquemas de distinción. Una observación de primer orden es comunicada y su comprensión o incomprensión forma parte del flujo comunicativo autopoiético ininterrumpido de un cierto sistema so­cial. La observación de segundo orden surge cuando la observación de primer orden es expresada, comprendida o incomprendida y esa com­prensión o incomprensión es comentada pasando a formar parte de la comunicación, pudiendo incluso alterar su rumbo o llevar a que la comu­nicación de la observación pase a ser el tema de la conversación. Me da la impresión que la dificultad para distinguir una observación de primer or­den de una de segundo orden se genera por la idea implícita de que toda observación es hecha por un individuo humano; si así fuera, podría ser hecha desde fuera de la sociedad por cualquier actor que la mantuviera oculta en sus propios pensamientos, sin pretender convertirla en una in­formación que pudiera ser expresada, buscando la comprensión de otro. Esto, no obstante, nos saca de la perspectiva sociológica, no hace posible distinguir observación de percepción y conduce a la vieja pregunta acerca de la relación entre pensamiento y lenguaje.

La sociedad y sus sistemas funcionales están formados por comuni­caciones que, como indica Esposito (2014), se tornan reflexivas y se refie­ren a observaciones sobre observaciones haciéndose más abstractas y ale­jándose del mundo. Las observaciones comunicadas son parte de la socie­dad y, por lo mismo, contribuyen a su permanente generación. Se sabe que las observaciones son observadas y no es raro que sean comunicadas para serlo, con lo cual se producen expectativas referidas a las observacio­nes que se espera lograr en el futuro. Las agencias de calificación, los ran­kings de empresas (según su productividad, sus ventas, su clima laboral, su grado de aceptación por la comunidad, etc.) ofrecen orientar las obser­vaciones, comparando logros y mostrando avances o retrocesos. Así tam­bién la producción de expectativas se hace reflexiva y las expectativas se construyen sobre expectativas que, independientemente de ser o no lo­gradas, estabilizan puntos de referencia, vale decir introducen nuevos ti­pos de entidades que permiten comparar logros con lo que se hacen in­dispensables o, al menos tornan difícil prescindir de ellas. Las tecnologías de la información, por su parte, hacen posible compartir las observaciones que se pretenden valederas con las de miles de observadores que, imposi­bilitados de observar directamente los fenómenos, adhieren a la descrip­ción que hacen de ellos observadores ideológicamente validados. Poco importa que dicha descripción no pueda ser comprobada dada la distancia física o temporal del fenómeno denunciado, mayor importancia adquiere el número de adherentes que las validan ciegamente. RM

 

Bibliografía

 

Esposito, E. (2014). Circularidades económicas y observación de segundo orden: La realidad de las calificaciones crediticias. Revista Mad, 30, 1-24. [En esta edición]

Luhmann, N. (1991). Sistemas sociales. Lineamientos para una teoría general. México D.F.: Alianza Editorial, Universidad Iberoamericana.

Luhmann, N. (2007). La sociedad de la sociedad. México D.F.: Herder, Universidad Iberoamericana.

Luhmann, N. (2013). La economía de la sociedad como sistema autopoiético. Revista Mad, 29, 1-25.

Maturana, H. & Varela, F. (1984). El árbol del conocimiento. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.

Spencer-Brown, G. (1979). Laws of Form. New York: E.P. Dutton.

Stark, D. (2014). Observando las finanzas como una red de observaciones: Un comentario a Esposito. Revista Mad, 30, 25-38. [En esta edición]

 

Sobre el autor

Darío Rodríguez Mansilla es profesor titular de la Escuela de Ingeniería Industrial, per­teneciente a la Universidad Diego Portales, Chile. Doctor en Sociología por la Univer­sidad de Bielefeld, Alemania. Entre sus áreas de especialización se encuentran: Teoría de Sistemas y Teoría de la Organización. Entre sus publicaciones más destacadas se cuentan: (en coautoría con Javier Torres Nafarrate) Introducción a la Teoría de la So­ciedad de Niklas Luhmann (Herder-Universidad Iberoamericana, 2008), Gestión Or­ganizacional. Elementos para su estudio (Ediciones Universidad Católica de Chile, 2001).

 

Contacto

Universidad Diego Portales

Escuela de Ingeniería Industrial

Vergara 432, 3er. piso.

Santiago, Chile

Código Postal 8370190

dario.rodriguez@udp.cl

 

Recibido: Marzo 2014

Aceptado: Abril 2014

1

 

Notas


[1] Luhmann (2007) diría "irritadas"