Aun cuando los medios masivos de comunicación jueguen un rol prota­gónico en las sociedades contemporáneas, contorneando en ocasiones no solo las discusiones parlamentarias, sino la vida democrática misma del país, no menos cierto es que ha nacido una profunda polémica respecto de las limitaciones y consecuencias de la "mediatización de la política" y/o la incursión del periodismo en las campañas mismas. En este sentido, Frank Esser y Jesper Stromback nos traen un interesante libro editado en 12 capítulos que convocan a diversos expertos y voces autorizadas quienes desde diversos ángulos exploran la convergencia entre el periodismo, los medios de comunicación y la política.

En su capítulo introductorio, Esser y Stromback sugieren que los medios poseen tres lógicas complementarias pero que en ocasiones pueden ser conflictivas entre sí.

Por un lado, existe una tendencia hacia profesionalización que pone al periodismo como una disciplina comprometida con la verdad y con la necesidad de mantener a toda la comunidad informada acerca de los riesgos y peligros que enfrenta diariamente. El contenido de las noticias debe ser el resultado de un procedimiento que se encuentra determinado por normas, reglas y regulaciones éticas que hacen a la profesión y que entonces distinguen a un periodista de otro profesional.

A esta tendencia se le suma una segunda denominada comercial, la cual en pugna con la primera se vuelca hacia el usufructo de una renta, o ganancia neta. Para muchos analistas, el choque entre ambas es inevitable, pues cuando un noticiero debe cubrir una noticia negativa, por ejemplo y sin ir más lejos, sobre contaminación ambiental que involucra a un importante donante, accionista o suscriptor, ¿desde qué posición pue­de ejercer una posición crítica hacia quien le paga el sueldo?, ¿y hasta qué punto el poder mediático corporativo lo permite?

La última tendencia se asocia con los medios tecnológicos y los accesos que diferentes partes de la población han desarrollado para aunar o restringir la información. En las sociedades capitalistas el acceso a la información puede ser muy desigual, ya que ciertos sectores quedan cognitivamente relegados del uso de ciertas tecnologías respecto de otros. A diferencia de las otras dos tendencias, esta es sutil, pero de vital peso en la re-configuración del ethos societario. En pocas palabras, quienes construyen el mensaje tienen a su disposición los medios técnicos que otros grupos carecen.

En la segunda sección del libro, conformado por los capítulos 2-3-4-5, se discute en profundidad sobre los peligros que representan para el periodismo y su sentido de objetividad los diferentes grupos de presión que hacen su juego en un sistema democrático, y la seducción del poder. Muchos grupos periodísticos deben tener cierta complicidad con el sector político pues es éste quien el fondo, y por medio de diversos mecanismos legales, les fija agenda. Empero, si la agenda setting ha demostrado algo, es que las campañas políticas pueden diseñarse y diagramarse casi exclusivamente desde un medio de comunicación, prescindiendo de la participación ciudadana. Un candidato presidencial puede desarrollarse como un producto de mercado listo para ser consumido por una audiencia. Por ende, cada uno de estos productos tienen consigo un fuerte símbolo emocional de lo que la audiencia desea y anhela.

El acercamiento del sector político al mundo periodístico es uno de los aspectos más problemáticos en la democracia moderna. En forma más técnica, la sección tercera se focaliza en aquellas dimensiones específicas que permiten crear indicadores metodológicamente válidos, los cuales permiten comprender como funcionan los límites entre la política, el framing y el periodismo. La tendencia a grandes rasgos, sugiere que los medios de comunicación -más allá del importante rol que ocupan-, se apartan cada vez más de la esfera profesional in strictu sensu, abrazando con mayor fuerza el paradigma orientado a lo comercial o con mayor orientación a la rentabilidad del medio.

Por último, los editores ensayan una suerte de conclusión que sinte­tiza toda la discusión según tres axiomas bien definidos.

En primer lugar, los ciudadanos están lejos de ser meros espectadores o recipientes vacíos que los medios llenan con sus mensajes -como sugieren ciertos discursos populistas-. Por el contrario, el sujeto moderno no solo es multimedia, sino que establece diversos canales de discusión por medio de los cuales desarrolla una posición frente al mundo.

Segundo, no existen meta-discursos que sean lo suficientemente fuertes para determinar el comportamiento del sujeto unilinealmente dentro de la vida política. Los sujetos son consumidores de noticias selectivos y coactivos.

Tercero, ha nacido una fuerte tendencia asociada a la espectacularización de la noticia, en cuyo caso, el mensaje político se fragmenta, se atomiza.

Partiendo de la base que el mensaje no se encuentra armado para satisfacer el bienestar común, sino el individual, es que la mediatización de la política lleva a políticas de corte populista, las cuales pueden alimentar un movimiento con iguales características que nace y muere en los medios de comunicación.  El populismo, adhieren Esser y Stromback, es una creación de los medios y al confrontar contra ellos, por autonomía propia que nunca tendrá, se autodestruye por acción de los medios. El mensaje político se encuentra, en esta instancia, más interesado por disuadir a la masa que por atacar los problemas reales a los cuales debe enfrentar la sociedad.

Estos comentarios van en concordancias con los hallazgos del profesor Cass Sunstein (2002) de la Universidad de Harvard, considerando que la plataforma precautoria introducida por el pensamiento europeo tiene una gran raigambre populista a la hora de plantear las soluciones para los programas de mitigación de riegos globales. Empero, sin un diagnóstico acertado de las causas que coadyuvan en la configuración del riesgo, el remedio puede ser peor que la enfermedad. Nuestros sesgos emocionales nos llevan a magnificar ciertos peligros de bajo impacto real, mientras otros de mayor impacto son ignorados. Si los políticos aceptan todas las demandas ciudadanas, la sociedad corre el riesgo de colapsar (Sunstein 2002, 2003).

Una de las condiciones de una democracia verdadera es que solo es aplicable a colectivos de población reducidos. El estado nacional que agrupa millares de personas dentro de sus límites simbólicos únicamente puede funcionar por medio de una democracia indirecta o Anglo-Democracia, en donde el pueblo solamente tiene acción directa en la elec­ción de sus autoridades. En este contexto, se da una brecha entre el sujeto y sus instituciones que es llenada por los medios masivos de comunicación. Los gobernantes no solo hacen su trabajo ocultando gran parte de sus cursos de acción a quienes les han votado, sino apelan al discurso periodístico para convencer a la sociedad que lo propuesto es lo correcto. Por ende, es erróneo hablar de una mediatización de la política tomando como eje de discusión solo al mercado. El capitalismo, un sistema por demás desigual que se replica en forma asombrosa y exitosa, se centra en dos pilares básicos, el mercado y el estado-nación. El primero liberaliza las relaciones micro-sociales con el fin de orientarlas hacia el consumo, mientras el segundo se permite el uso coactivo de la fuerza frente a cualquier organismo patológico que pueda amenazar el funcionamiento general del sistema.

Una de las condiciones para que los miembros de la sociedad depositen su lealtad al sistema consiste en hacerle creer a cada persona que es "única y especial", y al hacerlo se destruye su conexión con otros. El capitalismo moderno parece no ser muy diferente al reality show Gran Hermano o al Film Hunger Games. En estas competencias que muy bien emulan el mundo moderno, todos luchan contra todos por la gloria, pero ella solo es reservada para uno solo. Es decir, que el triunfo de uno implica la ruina del resto. Ideológicamente, el éxito capitalista se sustenta en que pocos tienen mucho, y muchos se ven forzados a vivir con poco. Para que ello suceda, los miembros de la sociedad deben auto-convencerse que tienen todas las posibilidades para triunfar aun cuando las probabilidades son mínimas. Todos nosotros entramos en la competencia porque en el fondo hemos desarrollado una idea distorsionada de nuestras propias posibilidades para triunfar o progresar. Sin lugar a dudas, el capitalismo global y el darwinismo social se encuentran inextricablemente ligados. Empero, el fracaso laboral, escolar, o de cualquier índole lleva inevitablemente a la frustración psicológica. Desde el momento en que el sistema produce una gran cantidad de personas frustradas, no es extraño, que los discursos populistas hayan cobrado mayor fuerza en las últimas décadas. Los medios masivos de comunicación no solo van en esa dirección, como bien observan Stromback y Esser, sino que se asiste a un resurgimiento de gobiernos populistas en todas las esferas del planeta. En esta dirección es que el libro de Esser y Stromback se sitúan como una plataforma obligada de discusión y recomendable de consulta.RM

 

Referencias

 

Sunstein, C. R. (2002). Risk and Reason: Safety, Law, and the Environment. Cambridge: Cambridge University Press.

Sunstein, C. R. (2003). Terrorism and Probability Neglect. Journal of Risk and Uncertainty, 26(2-3), 121-136.

 

 

Sobre el autor

Maximiliano Korstanje es Profesor Investigador del Departamento de Ciencias Económicas de la Universidad de Palermo, Argentina. Ph.D. en Psicología por la Universidad de Palermo, Argentina. Sus líneas de investigación abarcan temas como: terrorismo, violencia, capitalismo, modernidad, riesgo, desastres naturales, islamismo, derechos humanos. Entre sus últimas publicaciones se destacan: A Difficult World. Examining the roots of Capitalism (New York, 2015) y Una introducción de los Derechos Humanos [Revista Argus-a, 2013].

 

Contacto

Universidad de Palermo

Av. Córdoba 3501, esq. Mario Bravo

Capital Federal

Argentina

maxikorstanje@arnet.com.ar

Recibido: Febrero 2016

Aceptado: Abril 2016